Desde hace tiempo, mi pasión es trabajar con personas. Para mí, cada rostro que llega a mi estudio es una ventana a un mundo único, una historia irrepetible.
Se dice que cada arruga, cada expresión, cada sonrisa habla de quién somos. Incluso hay estudios de fisionomía que consideran el rostro como un medio de comunicación entre los seres humanos. Al observar un rostro, podemos detectar señales que nos inspiran confianza o, por el contrario, nos hacen sentir cierta distancia.
Y es que el rostro humano es una herramienta de comunicación excepcional, con más músculos que cualquier otro ser vivo del planeta. Esto lo convierte en un lienzo fascinante para un fotógrafo.
Realizar retratos también es un ejercicio de socialización. Lograr que una persona se olvide de la cámara y se muestre tal y como es, sin artificios, es todo un reto. Pero cuando se logra, la experiencia es profundamente enriquecedora. Permite entablar una comunicación genuina, generar empatía y crear un vínculo especial con la persona que está frente a mi cámara.
Sin duda, la técnica fotográfica es importante. Dominar la cámara y sus herramientas es fundamental para obtener un buen resultado. Sin embargo, la verdadera esencia de la fotografía de retratos reside en la capacidad de abrirse al otro, de conectar con su esencia y generar un espacio de confianza.
Definitivamente, retratar es escuchar, es conocer, es generar humanidad entre personas. Es un acto de profunda conexión que nos permite descubrir la belleza y la complejidad del ser humano.
Espero que estas palabras te hayan acercado un poco más a mi visión de la fotografía de retrato.