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El arte de brincar: Philippe Halsman y la gravedad de los retratos

Foto del escritor: Carlos EstradaCarlos Estrada

Hay algo revelador en el acto de saltar. Durante ese breve instante en el que los pies dejan el suelo, el cuerpo deja atrás cualquier pose ensayada, cualquier construcción de identidad que hemos aprendido a proyectar. La gravedad se suspende, la rigidez desaparece, y lo que queda es una verdad fugaz pero incontestable. Philippe Halsman entendió esto antes que nadie.


Cuando hablamos de retrato, la imagen es un juego de equilibrios entre lo que se muestra y lo que se oculta. Halsman, con su lente precisa y su instinto para la psicología humana, comprendió que las expresiones pueden ser calculadas, las miradas pueden mentir y los gestos pueden ser impostados.

Pero el cuerpo en el aire no puede disimular. No puede sostener una máscara cuando está concentrado en el aterrizaje. De ahí nació su famosa serie Jumpology, un experimento que, más que una técnica, era una forma de desentrañar la autenticidad.

Jumpology Halsman

La historia de Philippe Halsman es también la de un hombre que entendió el retrato como un ejercicio de despojo. Nació en 1906 en Riga, en un tiempo en el que la ciudad todavía pertenecía a la vasta estructura del Imperio Ruso.


Como tantos otros artistas europeos de su generación, su vida quedó marcada por la Segunda Guerra Mundial y el exilio. En 1940, tras huir de los nazis, llegó a Nueva York con una sola cámara y un talento innegable para capturar la esencia de una persona con un solo disparo.


No tardó en convertirse en uno de los fotógrafos más solicitados de su tiempo. Colaboró con Salvador Dalí en imágenes tan surrealistas como el propio pintor, capturó los rostros de grandes actores de Hollywood y produjo más de 100 portadas para LIFE, convirtiéndose en uno de los nombres esenciales de la fotografía del siglo XX. Pero Halsman no se conformó con el retrato tradicional. Buscaba algo más.


Fue en 1950 cuando tuvo una idea que cambiaría su trabajo y lo haría inolvidable: pedirle a sus sujetos que saltaran. No era un truco publicitario ni un capricho. Halsman tenía la certeza de que en el momento del salto se desactivaban los mecanismos de autoprotección, las estrategias de imagen cuidadosamente construidas.


Así nació Jumpology, un estudio de la espontaneidad a través del aire.


Jumpology Halsman

Lo interesante de estos retratos es que, aunque todos saltan, cada persona lo hace de manera distinta. Dalí no brinca como un hombre común, brinca como Dalí: con los bigotes en guardia, los ojos desorbitados y una teatralidad que parece calculada y a la vez impulsiva. Richard Nixon no salta como Dalí, ni Marilyn Monroe salta como Nixon. Cada uno, en el aire, reafirma su identidad de la manera más instintiva. Brincamos como somos, o como queremos ser.


En cada fotografía hay un equilibrio entre el orden y el desorden.


Audrey Hepburn, con su gracia innata, parece flotar más que saltar. Su figura se mantiene impecable, como si incluso la gravedad le tuviera respeto. En cambio, Dean Martin y Jerry Lewis parecen niños que no saben aterrizar, con la risa estampada en el rostro. Nixon, con su postura rígida y su expresión casi forzada, muestra la torpeza de quien ha pasado demasiado tiempo pisando firme.


Lo que unifica todas estas imágenes es la simplicidad del fondo: blanco, sin distracciones. Solo el cuerpo, la luz y el aire en pausa. Es un estudio de lo esencial. La fama, el poder y la imagen pública quedan suspendidos junto con los cuerpos en el aire, y por un instante, lo único que importa es el impulso.


Las fotografías de Halsman siguen resonando en la actualidad, su trabajo nos recuerda que la autenticidad sucede en el momento en que olvidamos la cámara.


Aún si persiste la obsesión con la perfección estética de la actualidad, su legado nos invita a soltar el control, a ceder por un instante al juego y al instinto.


Y tú, si estuvieras frente a la lente de Halsman, ¿cómo saltarías?


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